sábado, 18 de junio de 2016

Mi crítica de "Frida Kahlo, Pasión y Muerte" (Teatro)

El 6 de julio de 1907 en la Casa Azul nació Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón. Así empieza el viaje que Cristina Passarelli nos invita a transitar de mano de su maravillosa voz, imágenes de archivo, fotografías, cuadros, una bailarina, percusionistas, un guitarrista y un narrador. El viaje es fascinante, no sólo porque nos introduce en el mundo de una de las grandes pintoras latinoamericanas del siglo XX sino porque hace que el recorrido por las canciones y las obras de arte sea inolvidable. Decir que Cristina es mi amiga no es una perogrullada, adquiere más valor con cada nuevo espectáculo que ella presenta, porque me hace sentir orgulloso de su amistad y porque ella está convirtiéndose de a poco en artista. Con todo el respeto que esta palabra para mí inspira. Porque "artistas" son los grandes, los enormes, los inconmensurables, y Cristina va construyendo ese camino día a día (golpe a golpe, verso a verso, diría el poeta), si no lo es todavía es porque no tiene la trayectoria necesaria (para mí los artistas contemporáneos son Julio Bocca, Les Luthiers, Barenboim, Martha Argerich, Anna Netrebko, Fellini, Alfredo Alcón, "Tato" Pavlovsky, Peter O'Toole, entre otros), tan sólo el tiempo dirá se hizo acreedora de tan digno título. Pero yo apuesto todas mis fichas a que sí. Y es una pena que este espectáculo esté fuera del circuito comercial, a pesar que se esté dando en plena Avenida Corrientes, porque debería llegar a un público mayor y tener tanta difusión como la tienen los arriba nombrados. Y es que con cada espectáculo Cristina va acrecentando su talento (me dice que cambió de profesora para aprender a sacar la vos de un lugar distinto, y sí, se nota el crecimiento), ahora hay más matices, más poder, más estudio y se hace evidente.
En "Zapata se queda" nos ofrece una lección de lo que es cantar a media frase, parece que se queda sin aire para concluir el verso, pero no, está todo calculado. Acá hay potencia, hay gracia, picardía y ganas de ir por más. Titubea unos momentos al ser su primera canción sobre el escenario pero en seguida se afianza y arremete con todo. La media vos se continúa en "Chicharra", de Marta Gómez.
Pasado ya al segundo cuadro de los tres que conforman la obra y relatado su trágico accidente del 17 de septiembre de 1925 regresando de la escuela en ómnibus contra un tranvía, que le costó que una viga de acero le atravesase el cuerpo entrando por su espalda y saliendo por su vagina, pasamos a los años de dolor de Frida y su iniciación a la pintura, instalando un complicado aparejo en el techo de su cama para que pudiera pintar sin moverse. Y el amor por Diego Rivera (pasamos muy rápido por él, sin entrar en detalles de cuántos dolores le ocasionó, así como sus amores con Trotsky y Pablo Neruda), su bisexualidad, que le permirió amar mujeres y hacerse amar por ellas. Son muy atractivas las coreografías de danza contemporánea que baila la fogosa y descalza Marilin Bergoglio (¿será pariente?), que se nos demuestra como una mujer frágil pero a la vez aguerrida, de armas tomar, sobre todo en su "Sanglot" de René Aubry y en la última y tanguera "Milonga del Ángel", de Piazzolla. Cristina se cambia de ropa para cada canción y desgrana un "Amanecí en tus Brazos", de José A. Jiménez que nos enamora por su fraseo, su dulzura y su compromiso emocional. Sigue haciendo otro tanto en "Mi segundo Amor" de Cuates Castilla y ya en "La Llorona" parece que si no la frenan va a explotar, de toda la pasión y energía que vuelca en su canto. Está muy bien acompañada en guitarra y percusión por Simón Neto, y en bombo y caja peruana por Lucía Podetti y en tambor y bongós por Tamara Winocur. Lo único que desentona aquí es la voz del Narrador Marcelo Jurisic, que tiene una voz tan poco consistente, tan meliflua, que parece más adecuado para un espectáculo para niños.
Se exhiben en un fotomontaje ideado por el eficaz hijo de Cristina, Leandro Ibáñez, muchos de los cuadros que Frida pintara entre ellos su famoso "Autorretrato", sus "Retrato de mi Padre", "Mis abuelos, mis padres y yo", "Mi Nana y yo", "El Venado herido, o soy un pobre venado", "Yo y mis pericos", "Autorretrato con trenza", "El Sueño o La Cama", "Las dos Fridas", "Henry Ford Hospital o La cama volando", etc. Llegan las dos últimas canciones: "Si no cantara", atravesada por palabras de Frida y con gran fuerza expresiva y la polifónica "Déjalo ir", de Marta Gómez, cantando con todo su equipo y el público batiendo palmas, en donde vuelve a demostrar una vez más sus virtudes de "show-woman" y de gran conductora.
Y después de los aplausos y los agradecimientos finales (no olvidemos el excelente diseño lumínico que también es obra de Leandro Ibáñez) llega un bis (más correctamente decir un "fuera de programa", ya que bis es cuando se repite un tema): "Es la historia de un amor", coreado por todo el público y con letra en mano por la cantante, que no lo tenía preparado.
En fin, que pasamos una hora del más puro regocijo y endulzándonos el oído esta excelente cantante, que suma la interpretación a cada tema que canta, transmitiéndonos hasta las fibras más íntimas de la intención del autor. Lo recomiendo fervientemente aunque el sábado que viene es la última función. (Hay rumores de que se repetirá, debido a su calidad).
Bueno, gracias por leerme nuevamente hasta acá y ¡éxitos Cristina!
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

1 comentario:

  1. Me parece una maravillosa pelicula que representa a la la vida misma y a nuestras contradicciones internas.
    ¿La vulgaridad o la frivolidad y el vacio?
    Tal vez como en todo en el punto intermedio este la salvacion representado quizas por la chiquilla inocente.
    Aunque para marcelo ya sea tarde.
    ¿Sera tarde para nosotros tambien?

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